Sandro Gavinelli: formador de juventudes
El primer método de evangelización de Don Bosco fue la parolina all’orecchio, (la «palabrita en el oído») y generó gran conmoción en los jóvenes del siglo XIX. Los niños pobres de Italia encontraban consuelo, pero, sobre todo, una guía en las palabras del joven sacerdote. Un modelo que tuvo éxito absoluto y hasta el día de hoy tenemos, entre nosotros, salesianos apegados a ese gran precepto.
Sandro Gavinelli, salesiano coadjutor, encontró en esta conocida frase el sentido profundo para su compromiso de salesiano: trabajo y juventud.
Sandro es el tercero de siete hermanos, hijo de padres campesinos. Nació en Bellinzago, un pueblo de Piamonte-Italia, el 23 de julio de 1945, dos meses antes de que finalizara la Segunda Guerra Mundial.
Su infancia fue muy austera, precisamente porque los problemas socioeconómicos que causa una guerra, hacían difícil una sobrevivencia digna. Sin embargo, la ubicación geográfica de su casa y la situación de sus papás campesinos, ayudó a que, a la infancia de Sandro, no le faltara nada: animales de toda clase, y distintas cosechas permitieron a la familia Gavinelli Bovio salir adelante.
Sandro, junto a sus seis hermanos, todos varones, acompañaban al papá en el trabajo de albañil, aportando así de alguna manera en la reconstrucción de Italia: siendo aún niños, ayudaron a construir casas, capillas y caminos que habían quedado en ruinas.
A sus 12 años, un tío, salesiano coadjutor, pidió a su papá Mario que enviara a dos de sus hijos a Turín, donde había «un colegio que ayudaba a niños pobres». En vista de la difícil situación, con entusiasmo Valeriano y Sandro viajaron para empezar sus estudios, sin tener idea que iban también a un aspirantado.
Sandro disfrutaba del arte, hacer esculturas era su gusto innato; sin embargo, por la crisis de la época y el crecimiento industrial, decidió especializarse en mecánica. Es en los talleres donde decide ser salesiano, pues sacerdotes y coadjutores trabajaban como ingenieros en mecánica, electricidad, manufactura, etc. A la par, el oratorio hizo que se enamorara del ambiente de Don Bosco.
Poco después llegaron unos misioneros que estaban trabajando en América Latina. Presentaban documentales de Brasil y Ecuador con anécdotas tan llamativas que lo conquistaron para las misiones.
Hace su primera profesión como salesiano coadjutor, en Chieri, el 16 de agosto de 1963, continuando después su preparación técnica por cuatro años. Graduado como tecnólogo, se embarca para las misiones.
Llegó a Cuenca el 1 de noviembre de 1967: allí ya se encontraba su hermano Valeriano, reconocido salesiano en el Ecuador. Por diez años su presencia fortaleció el Colegio Técnico: inició también el grupo de índor fútbol muy conocido.
El trabajo en el Ecuador lo ha dedicado casi todo a los chicos de la calle. Su paso por Guayaquil fue muy importante: ayudó a la construcción de un colegio técnico cerca del Estero Salado, con talleres de mecánica, electrónica, podando así de a poco la delincuencia juvenil.
En Esmeraldas, en el valle de San Rafael, soñaba todo el tiempo con que la juventud, en condición de pobreza y extrema pobreza, se preparara y estudiara, sobre todo, que tuviera un oficio. Junto al padre Jaime Calero, dio inicio a un centro juvenil que, por las tardes, permitiera a los jóvenes jugar, aprender más sobre Don Bosco y recibir ese afecto salesiano.
Después de seis años en Cuenca, regresa a Esmeraldas, en el 2010 para acompañar en la fundación de la obra salesiana en un barrio popular bastante peligroso, iniciando una escuela profesional.
Actualmente, forma parte de la comunidad “Don Rúa” del Proyecto Salesiano de Quito y está a cargo del Taller-Escuela San Patricio (TESPA).
La labor de un coadjutor es valiosa: lo ha demostrado el hermano Sandro, fundador de escuelas profesionales, centros juveniles, equipos de fútbol. Ayudó a cientos de jóvenes a tener una profesión y, sobre todo, le dio a cada uno de ellos su parolina all’orecchio. Los acompañó y los sigue acompañando por más de ocho horas diarias: comprende su realidad, los entiende y los forma a ser «honestos ciudadanos y buenos cristianos» como quería Don Bosco.
Angélica Almeida
Archivo Histórico Salesiano
Fuente: Salesianos Ecuador